El sentido mágico: la confianza depositada en el terapeuta

Quiero empezar haciendo mención a un hecho, y es que las personas con creencias religiosas tienen más posibilidades de salir adelante de una enfermedad grave que aquellas que no practican ninguna creencia en particular.  No es cuestión de probabilidades ni estadísticas ya probadas, es cuestión de fe, entendida como la confianza que ponemos en algo o alguien sin dejar atrás el sentido mágico religioso que contiene.  La palabra fe viene del latín fideo, que significa lealtad.

No se puede entender la evolución del ser humano sin el pensamiento mágico.  Ya desde la más tierna infancia se presenta por medio del animismo, propio de las civilizaciones más primitivas, al atribuir alma e intención a los objetos inertes.  Un ejemplo sería cuando un niño se tropieza con una mesa y, para consolarle del golpe y del dolor le decimos “mesa mala”, atribuyendo el daño a la mala intención de la mesa.  Sin pensamiento mágico no habría evolución.

Esto mismo sucede en el ámbito de la psicoterapia.  Si el paciente es bien informado sobre el buen hacer de un determinado terapeuta y en su capacidad para ayudarle, y eso le ayuda a confiar en el profesional, la mitad del problema estará resuelto.

 El sentido mágico religioso es algo inherente al desarrollo del ser humano.  Es por eso que, desde aquí señalo la importancia de la confianza depositada en el terapeuta durante en el ejercicio de la psicoterapia y de la vida misma.

Autoestima, cómo fortalecer y aumentarla

La autoestima, es un concepto que define la valoración a sí mismo, para tener una buena autoestima es importante conocer las cualidades y fortalezas que tengo como persona. A lo largo de este artículo voy a explicar como podemos fortalecerla y aumentarla dado que  es un trabajo diario de autoconocimiento y entrenamiento.

La construcción de una autoestima sana, depende principalmente de tener un amplio autoconcepto de nosotros mismos ¿a qué me refiero con esto?  Creamos un autoconcepto sano, con las cualidades que ven en mi la personas de  confianza,  con la autobservación y reconocimiento que cada persona hace en el día a día sus valores y cualidades, como se siente el individuo  con  aspectos de personalidad que considera valiosos así como con lo que se identifica en su forma de sentir, de pensar y actuar.

La autoestima tiene tres componentes:

Lo que siento, es decir, que experimento a nivel sensorial y emocional, cuando veo lo que me gusta de mi ¿realmente lo suelo sentir? ¿o tiendo a sentirme mal conmigo porque solo veo mis carencias o errores?

Lo que pienso, me refiero a cuando reflexiono sobre mi personalidad, ¿mis pensamientos son de logro o de esperar a que los vean los demás o incluso de desvalorización? Por ejemplo, utilizar la frase de “no es para tanto”, o “me falta muchísimo aún”. Se trata de estar atento al diálogo interno, si nuestros pensamientos internos son descalificantes o calificadores. En muchas ocasiones nos hace más daño la crítica interior, dado que la tomamos como la verdad, que la externa, pues no deja de ser una opinión de alguien que no me conoce tanto y es más fácil de cuestionarla.

Por ejemplo: hoy me salió la comida riquísima, pero me podría haber salido mejor, o fue una cuestión de suerte…

Lo que hago, o sea, que comportamiento y/o que hago con mis cualidades y fortalezas, ¿las muestro a los demás? ¿me agradezco como soy? ¿Intento pasar desapercibido? ¿No hago el ejercicio de reconocerlas y valorarlas?

Tras explicar estos tres componentes puedes apreciar, como cada día, en cualquier momento podemos fortalecer y cultivar nuestra autoestima o criticarnos y construir una baja autoestima. Por tanto, es  cuestión de tomar la decisión de tratarnos bien así como desarrollar la capacidad de amarnos y respetarnos como somos, como sentimos, como pensamos y hacemos valorando que somos seres únicos y nuestra humanidad, dado que todos tenemos la capacidad de escuchar, compartir, cuidad, crear, amar y un sinfín de sentimientos, pensamientos y acciones que ponemos en marcha en el día día , y expresan la persona que soy.

Es muy importante entrenar el darse cuenta en el presente, es decir, en cualquier momento podemos ser consciente, de que siento, pienso y hago en donde y como me siento valioso/a y orgulloso/a de mi. Cualquier pequeño gesto, pensamiento y sensación está hablando del ser humano que soy y de cada valor que hay en mi. Vivimos en una sociedad  donde se valoran los logros, se premia  la superación y la capacidad de mejorar nuestra carencias, esto hace que pongamos el foco habitualmente en lo que nos falta así como en lo que tenemos que mejorar, y esto afecta a nuestra autoestima, dado que no hemos aprendido en lo cotidiano a realizar un reconocimiento nuestros logros en cada momento y de cada día ,  así como lo valioso que somos por todo esto.

Te propongo un ejercicio:

Cierra los ojos y trae a tu mente 5 o 6 momentos de hoy que han sido valiosos, elije momento de la vida cotidiana, primera hora de la mañana, o en los momentos de estar en casa, o en el trabajo o en el supermercado, o en una actividad de ocio, por ejemplo: Me desperté temprano y aproveché para revisar mi mochila antes de ir a clase o a trabajar, desperté con cariño a mi pareja o salude a mi mascota, preparé un desayuno sencillo, saludé a mi vecino, fui amable con una señora en el bus… date cuenta como te hace sentir verte a ti mismo/a en acción.

8 Tips para aumentar autoestima:

  1. Entrena estar atenta y valorar cada gesto valioso del día, intenta que sea lo más sencillo y cotidiano (desde lavarte la cara y mirarte al espejo dándote los buenos días, hasta haber resuelto una dificultad en el trabajo o  en casa).
  2. Observa tus pensamientos, y date cuenta como tu crítica interna afecta a tu autoestima.
  3. Cuando te expresen una cualidad tuya recíbela y en caso de una crítica, date un tiempo para reflexionar si te ayuda o es una crítica del otro que no reconoces en ti.
  4. Agradécete cada día lo que sientes, piensas y haces valioso por ti y por los demás.
  5. Cultiva una relación y un diálogo más amable contigo cada día.
  6. Trata de hacer respiraciones profundas y en ese momento darte cuenta de lo valioso que hay en ti y en los demás.
  7. Cuando paseas por la calle, agradece lo que te vas encontrando a cada paso, que te aporta y observa a otras personas poniendo el foco en lo que te gusta de ellos, cosas sencillas un color bonito de un jersey, el tono de su piel, la expresión de su rostro, los zapatos, etc.
  8. Sobre todo, recuerda que cada día puedes construir con tus sensaciones, pensamientos y acciones un día valioso para ti en donde celebres que estás vivo, ya que pudiste apreciar lo vivido contigo, con los demás y con el entorno que te rodea.

¿En qué consiste el bienestar subjetivo?

Este término viene a indicar el grado de satisfacción que tiene una persona con su vida y consigo mismo.

No es posible hablar de esta expresión sin nombrar a las emociones, estas son el resultado en parte de la carga genética recibida, pero también de nuestra experiencia. De las respuestas y soluciones que dimos a diferentes situaciones de nuestra vida. Seguramente este afrontamiento fue adaptativo en su momento, pero quizás hoy ya no.

No hay emociones buenas vs malas, o positivas vs negativas. Lo que hay son emociones que nos son placenteras y que nos son displacenteras.

Todas las emociones son adaptativas y tienen su función.

Volviendo a la expresión de “bienestar subjetivo” muchos expertos en la materia prefieren usar este término que el de “felicidad”, que parece ser más una utopía.

Como decía Camilo José Cela “PRETENDER SER FELIZ ES UNA ORDINARIEZ”                                 

Existen unos ingredientes básicos del bienestar subjetivo según varios estudios.

Entre los fundamentales está el experimentar o poner el foco en los estados afectivos gratificantes, tener un propósito, un porqué vivir y el legado que queremos dejar cuando ya no estemos.

Otro componente relevante es el de compartir y disfrutar en compañía de los demás.

Hay que recordar que, aunque seamos seres individuales también somos mamíferos y necesitamos y crecemos con los otros.

Siguiendo con otro elemento que compone el “bienestar subjetivo” es el sentirse a gusto con uno mismo. El autocuidado y la aceptación serena de uno mismo con sus limitaciones y sus circunstancias.

También es importante sentir que uno tiene mucha responsabilidad en el destino que genera. Esto es fruto del logro de una cierta autonomía y autodeterminación.

Fundamental en esta ecuación del “bienestar subjetivo” es el sentido del humor. La capacidad de tomarse la vida y a uno mismo como algo tan importante, que lo que acontece afuera normalmente no es tan serio.

Otro punto importante es la capacidad de resistencia y de adaptación, la fortaleza de espíritu. En momentos muy críticos es importante recordar que siempre se recoge algo positivo y aprovechable

La curiosidad, el deseo de búsqueda, la permanente construcción de uno mismo. Este punto se relaciona con la cualidad de la humildad. Nunca lo sabremos todo. Necesitaríamos miles de vidas para esto y ni aun así lo lograríamos. 

Creo que envejecemos cuando ya no hay curiosidad, que es una de las llamas que mantiene la vida.

Otro componente es conocer nuestros puntos fuertes y débiles. O lo que es lo mismo ir conociéndonos a nosotros mismos y llevarnos lo mejor posible.

Al fin y al cabo, esta si es la única relación que mantenemos 24 horas 7 días a la semana.  ¿No crees?

Burnout Parental…o cuando los padres y madres se sienten desbordados/as por la crianza de sus hijos/as

  1. ¿Qué significa Burnout parental?

El burnout o agotamiento parental es conceptualizado como la exposición a un estrés crónico por parte de padres y madres que disminuye el uso de sus recursos personales para enfrentar las situaciones estresantes asociadas a la crianza.

Actualmente muchos padres y madres manifiestan estar cansados y agobiados debido a las múltiples exigencias asociadas a su rol parental. Si bien la parentalidad conlleva muchas satisfacciones, lo cierto es que también acarrea inseguridad, angustia y responsabilidad primaria sobre el desarrollo de los hijos. Este agotamiento puede ser, en ocasiones, incomprendido por la sociedad, ya que se contrapone a la creencia popular que sitúa a la parentalidad como fuente de satisfacción, bienestar, realización personal etc. Este malestar al que nos estamos refiriendo, ha sido conceptualizado como síndrome de burnout parental por parte de algunos investigadores, dado que los síntomas presentados por los padres son muy similares a los presentados por los profesionales que desempeñan labores de cuidado y que han desarrollado burnout laboral a consecuencia de estas.

Los primeros estudios sobre este tema surgen en el contexto hospitalario en el contacto con padres cuyos hijos/as presentan enfermedades médicas graves. A partir de estos estudios, se concluye que los padres y las madres expuestos/as a un estrés crónico pueden desarrollar signos de agotamiento similares al que presentan los profesionales de la salud, la educación, el ámbito psicosocial etc. Los resultados de estos estudios representan el primer indicio del burnout parental como síndrome.

Existe un vínculo estrecho entre parentalidad y estrés debido a las altas y sostenidas demandas contextuales. Esto se da, cuando el estrés situacional cotidiano que conlleva el ser padre/madre pasa a cronificarse. Uno de los aspectos que los investigadores señalan como posible causa, sería el nivel “altamente exigente” que tiene hoy en día en la mayoría de los países euroamericanos la definición de ser “un buen padre o una buena madre”. Existe una nueva ideología de “parentalidad intensiva”; centrada en el niño y sus necesidades, impulsada por expertos, absorbente desde el punto de vista emocional, exigente en cuanto a las tareas y costoso desde el punto de vista financiero; que hace que la parentalidad en ocasiones sea vivida con un alto nivel de exigencia e insatisfacción.

Con respecto a la frecuencia; los estudios realizados en Europa indican que aproximadamente el 9% de los padres/madres presenta este síndrome y que la prevalencia en mujeres sería significativamente más alta que en los hombres.

 

  1. ¿Cómo se manifiesta el burnout parental?

Este síndrome se manifiesta en 4 grandes grupos de síntomas que se presentan en etapas sucesivas y que se refuerzan mutuamente: 

  • Agotamiento de la función parental: implica que los padres no tienen la energía necesaria para realizar las tareas de cuidado y preferirían no hacerlas. Frases como: “me siento tan agotado/a por mi papel de madre/padre que tengo la impresión de que el sueño no es suficiente para recuperarme”, o “yo cogería mis maletas, me iría a un apartamento o un hotel y los dejaría a todos atrás”, aparecen cada vez con mayor frecuencia en las narrativas de los padres, pero sobre todo madres, que atendemos. Condiciones y horarios laborales sobre exigentes, estresantes y que impiden la conciliación; las tareas domésticas (los estudios señalan que en un 80% de los casos siguen a cargo de las mujeres), la falta de apoyo social etc. son factores que agravan este agotamiento parental.
  • Distanciamiento emocional del niño/a, modo “piloto automático”: se observa cuando las tareas de cuidado son realizadas de forma mecánica, sin mayor involucramiento emocional. La manifestación verbal sería algo así como: “Ya no puedo demostrarle a mi hijo/a cuánto le/a quiero”.
  • Saturación, pérdida de realización en el rol parental y sensación de ineficacia parental: la sensación de autoeficacia parental (es decir, tener la sensación de “estar haciéndolo bien como padre/madre”), es una de las variables que mejor predice la calidad y competencias parentales, por lo que su ausencia aumenta el riesgo de burnout. Son padres y madres que manifiestan: “Ya no sé qué hacer, me siento impotente y no veo sentido a ser madre/padre; a día de hoy, no se lo recomendaría a nadie”.
  • Contraste: pérdida del placer al relacionarse con los hijos y pensamientos de autocuestionamiento como padre/madre. Este es el aspecto más característico: los padres y las madres no disfrutan de su tarea de crianza ni de la relación con sus hijos/as, la viven como una carga difícil de soportar, lo que les genera culpa y vergüenza. “Me siento vacío/a, no disfruto con mis hijos, y eso me hace sentir mucha culpa y mucha vergüenza. Además son cosas que no puedo hablar y compartir con nadie porque siento que me van a juzgar y a tachar de “mal padre/mala madre”.

La característica principal del burnout parental, en comparación con el profesional, es la imposibilidad de renunciar a la relación, debido a que en el burnout parental los padres no pueden renunciar a su rol, otorgándole esto un matiz característico.

 

  1. Factores de riesgo y factores protectores, ¿qué elementos aumentan y cuáles disminuyen el riesgo de sufrir burnout parental?

Las investigaciones muestran que mientras más desbalance exista entre los recursos personales y el estresor percibido por los padres, mayor es el riesgo de presentar burnout parental. Los rasgos de personalidad de los padres están fuertemente asociados al burnout parental, en especial sus niveles de neuroticismo, de perfeccionismo e inteligencia emocional, es decir; a mayor neuroticismo, mayor probabilidad de desarrollar burnout parental, actuando la inteligencia emocional como un factor protector para el desarrollo del cuadro. También es relevante el tipo de parentalidad ejercida: la confianza y la percepción de autoeficacia de los padres, así como la parentalidad colaborativa o paralela (bajo nivel de discordia en el ejercicio de la coparentalidad) disminuyen la probabilidad del burnout parental. El tipo de organización familiar es otro factor relevante: bajos niveles de conflicto, alta satisfacción familiar, acuerdos en la crianza y baja desorganización familiar actúan como factores protectores. Por otra parte, los factores sociodemográficos (en el último tiempo agravados por la pandemia; la situación política, social y económica; la sensación de incertidumbre) parecieran tener poco peso; si bien se ha observado que, en culturas individualistas, el nivel de burnout parental es mayor que en las colectivas (en las que el reto de criar es más colectivo que individual y se comparte la crianza con otros miembros de la comunidad). Tampoco las características de los niños predicen el burnout parental. Sin embargo, sí que cobran mayor importancia los factores sociales que indirectamente median la emergencia del burnout parental, especialmente los valores y expectativas sociales sobre la parentalidad; es decir un determinado tipo de valores y el ajustar las expectativas a las características y necesidades de los niños/as, favorece una baja incidencia de burnout parental.

 

  1. Consecuencias del Burnout parental

En la persona que lo padece, las consecuencias son, por una parte, aquellas comunes a los distintos tipos de burnout (aumento de la ideación suicida -mayor que en la depresión- y de la evitación, aumento de las adicciones, trastornos del sueño, problemas de salud física y mental como ansiedad, depresión etc.) y por otra parte específicas del burnout parental (no reconocerse como padre/madre, distanciamiento emocional del hijo/a, saturación en el ejercicio del rol, agotamiento en el ejercicio de la paternidad, problemas maritales, además de violencia y negligencia hacia los niños …). Por su parte, en niños cuyos padres padecen burnout parental podríamos suponer el desarrollo de un apego de tipo inseguro y diversos estudios muestran sintomatología asociada al estrés y la ansiedad en ellos.

 

  1. ¿Cómo prevenir y tratar el Síndrome de burnout parental?

Para poder prevenir este tipo de síndrome, lo primero sería identificar a aquellos padres y madres que se encuentran en la primera fase del mismo (agotamiento), para poder dar respuesta y solución a esta condición y evitar el avance a las fases siguientes.

Es importante transmitir un mensaje a los padres y madres en el sentido de que: “no es un signo de menos amor ni de menos competencia el sentirse a veces agotado/a en su función parental: la crianza de los hijos también es una fuente de sufrimiento y de estrés”. En este sentido fomentar el autocuidado y el cuidado de las relaciones cercanas, reforzar las redes sociales y crear redes de apoyo formales representan factores altamente preventivos y protectores frente al burnout parental. En relación a la mayor prevalencia de este síndrome en las madres, ya que las mujeres siguen siendo las principales cuidadoras y con frecuencia no renuncian a este papel; es conveniente seguir trabajando en la línea de cambiar el discurso social y educar para una masculinidad sensible y cuidadosa.

Por último, en algunos casos, es recomendable buscar apoyo especializado (psicoterapia, grupos de apoyo o psicoeducativos etc.) para reducir los síntomas asociados al burnout parental.

El síndrome del intestino irritable

El síndrome del intestino irritable (SII) es un trastorno por el que consulta al médico, en torno al 10% de la población en nuestra área. El diagnóstico lo puede realizar un médico tras realizar una recogida de información y una exploración  física sencilla que descarte enfermedades con una clara alteración estructural y una analítica de sangre sin alteraciones. Los signos y síntomas suelen incluir: dolor abdominal, hinchazón, cambios en la frecuencia de la evacuación de deposiciones, gases, diarrea y /o estreñimiento; pueden tener una cierta fluctuación, y se mantienen en el tiempo, siendo, por lo tanto, un síndrome crónico con clínica no grave, aunque puede conllevar mucha afectación de la calidad de vida del paciente.

Es frecuente que el paciente no se quede satisfecho ante la ausencia de hallazgos orgánicos, lo que le genera una sensación de que hay que seguir buscando una causa para sus síntomas, y suelen continuar con esa búsqueda que acaba nuevamente con resultado de “no hallazgos patológicos” o bien “resultados dentro de la normalidad” que genera estados emocionales que deben ser identificados por el paciente y bien gestionados (entre otros: enfado por pruebas que no son concluyentes, tristeza por no encontrar una causa única que justifique el malestar, impotencia, frustración, etc…). Es importante que el paciente  conozca que el síndrome de intestino irritable no se asocia a mayor riesgo de cáncer de colon.

Se desconoce la causa de este síndrome lo que contribuye a la insatisfacción en general de las personas que lo presentan.

Es importante que se realice una valoración psiquiátrica para descartar la presencia de trastornos mentales asociados, ya que suelen darse ambos trastornos en paralelo en cualquier secuencia (primero trastorno mental y luego SII o viceversa). Los principales trastornos mentales asociados son los trastornos depresivos y los trastornos de ansiedad relativos o no al trauma. Otros trastornos mentales en los que predomina en el paciente una preocupación por una molestia del cuerpo que no se corresponde con ninguna alteración objetiva en el organismo y cuya causa se presupone psicológica (somatización), trastornos de personalidad y los trastornos de la conducta alimentaria pueden asociarse al SII con frecuencias considerables.

Algunas personas pueden controlar los síntomas con cambios en la alimentación, el estilo de vida, así como en la adquisición de estrategias para el afrontamiento del estrés. Dependiendo de la presencia o no de trastornos mentales asociados el médico y/o psiquiatra valorará la necesidad de prescribir un psicofármaco.

Los ensayos clínicos apuntan a varios tipos de psicoterapia (cognitivo conductual, psicodinámica), yoga, entrenamientos en relajación, algunos probióticos, la hipnosis, y cierto tipo de antidepresivos (algunos ejemplos: citalopram, sertralina, amitriptilina) pueden contribuir a una mayor estabilidad del paciente tanto en sus síntomas de salud mental como en sus síntomas digestivos (donde también pueden ser indicados pautas alimentarias concretas, empleo de laxantes o antidiarreicos, o bien prescripción de espasmolíticos (fármacos que alivian los espasmos musculares tensión y/o rigidez de los músculos del aparato digestivo para el alivio del dolor abdominal)

Por último, en ambos trastornos: SII y trastornos mentales se han descrito alteraciones en la interocepción, que tiene que ver con la capacidad de percibir aspectos internos de uno mismo, en mi opinión, el trabajo psicoeducativo en la identificación y regulación de sus estados emocionales puede marcar diferencias en su calidad de vida.

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