Los cuentos infantiles, un recurso terapéutico esencial

 

Quiero aquí hacer un alegato o defensa de los cuentos, infantiles, cuentos de Hadas o cuentos clásicos y su importancia en el desarrollo socioeducativo del niño.  El origen de estos cuentos viene de tiempos lejanos. Han sido recogidos y transmitidos a través de la tradición oral a lo largo de los siglos.  Luego, reconocidos autores como los hermanos Grimm, Perrault..., se encargaron en su tiempo de recopilarlos y pasarlos al lenguaje escrito.  Estos cuentos contienen relatos y descripciones bastante más crueles y sangrientos que las versiones más actuales pasadas al cine.  La  función de esa crueldad o intensidad conlleva el adaptarse al desarrollo emocional del niño.  En un inicio el niño ve las cosas de forma polarizada y extrema, de ahí, como ejemplo, los personajes son o buenos o malos sin término medio.  Eso le permite identificarse con dichos personajes y sus vivencias pero con distancia.  La fantasía de los cuentos nos hace revivir situaciones pero nunca seremos esos personajes.  Al finalizar el cuento el niño vuelve a la realidad. 

Bruno Bettlheim (1903-1990) fue uno de los psiquiatras y psicólogos infantiles más influyentes del siglo XX.  Escribió el libro “Psicoanálisis de los cuentos de Hadas”, lectura clásica de referencia en cuanto a este tema.  Citando al autor, “los cuentos de Hadas llevan al niño a descubrir su identidad y vocación (…).  Estas historias insinúan que existe una vida buena y gratificadora al alcance de cada uno, a pesar de las adversidades (1977).  “Otra de las metas perseguidas por este tipo de literatura es poner sobre aviso, de alguna manera, a los más pequeños de los peligros inminentes, haciéndoles que los problemas existen en la vida real, siendo intrínsecos al hombre, pero no hace falta huir de ellos, sino enfrentarlos y aprender de los mismos (1977)”.

Particularmente, gracias a Pinocho, supe que contar mentiras no me llevaba a nada bueno, y que había que desconfiar de los extraños y de las malas compañías.  Siempre me pareció muy cruel la historia de Bambi, donde un cervatillo pierde a su madre a manos de unos cazadores.  Pero también me acuerdo el primer día en que desperté siendo niño y mi madre no estaba en casa.      Ahora, esa situación ha permitido a muchos niños que han perdido a su madre identificarse para acabar el cuento de feliz forma.  También nos pone a todos en la previsible tesitura de, en un futuro, quedarnos solos sin la figura materna.  Y es que la vida nos somete a realidades duras de encajar, y es ahí donde los cuentos tienen todo su sentido.

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