Quiero empezar haciendo mención a un hecho, y es que las personas con creencias religiosas tienen más posibilidades de salir adelante de una enfermedad grave que aquellas que no practican ninguna creencia en particular. No es cuestión de probabilidades ni estadísticas ya probadas, es cuestión de fe, entendida como la confianza que ponemos en algo o alguien sin dejar atrás el sentido mágico religioso que contiene. La palabra fe viene del latín fideo, que significa lealtad.
No se puede entender la evolución del ser humano sin el pensamiento mágico. Ya desde la más tierna infancia se presenta por medio del animismo, propio de las civilizaciones más primitivas, al atribuir alma e intención a los objetos inertes. Un ejemplo sería cuando un niño se tropieza con una mesa y, para consolarle del golpe y del dolor le decimos “mesa mala”, atribuyendo el daño a la mala intención de la mesa. Sin pensamiento mágico no habría evolución.
Esto mismo sucede en el ámbito de la psicoterapia. Si el paciente es bien informado sobre el buen hacer de un determinado terapeuta y en su capacidad para ayudarle, y eso le ayuda a confiar en el profesional, la mitad del problema estará resuelto.
El sentido mágico religioso es algo inherente al desarrollo del ser humano. Es por eso que, desde aquí señalo la importancia de la confianza depositada en el terapeuta durante en el ejercicio de la psicoterapia y de la vida misma.