La adolescencia es la etapa de la vida comprendida entre la infancia y la adultez, entre un niño/a con un sistema de creencias y una postura ante la vida “heredada”, y un adulto/a con su propia postura existencial.
Se caracteriza por los cambios que se producen en ella a varios niveles: cognitivo, físico, actitudinal, emocional…
Este proceso de cambio abarca la globalidad de la persona, no solo existen diferencias a nivel organismo, sino también se produce una modificación en las relaciones interpersonales mantenidas con amigos y familia. En este sentido, se produce una transformación de las relaciones no cuestionadas y jerárquicamente organizadas, a un tipo de relación de mayor aproximación hacia la igualdad.
En la adolescencia comenzamos a separarnos del mundo familiar de la infancia, buscando nuestra personalidad, nuestras herramientas para vivir, nuestros límites y los de los otros, nuestros propios apoyos… que pueden o no coincidir con los que nos trasmite la familia, pero que para encontrarlos, es necesario tomar distancia y experimentar.
En esta experimentación, necesaria para completar la personalidad y alcanzar la autonomía, aparecen situaciones para las que el adolescente no tiene respuesta y pueden responder ante ellas mediante conductas de riesgo: sexualidad, drogas, trastornos alimenticios, actitudes temerarias, aislamiento, adicción a Internet, discusiones con los padres…
¿Qué pueden hacer los padres?
- Autoestima: la aceptación del adolescente como persona es fundamental, si lo hacemos, podemos no aceptar la conducta.
- Desarrolla con ellos la asertividad y la empatía. Escúchalos y respétalos. Si ven que tú lo haces, ellos tenderán a imitarlo.
- Se paciente.
- Ejerce una disciplina positiva. las normas y reglas les aportan seguridad.
- Refuerza las conductas deseadas.
- Déjales su espacio.
- Dales responsabilidades y desarrolla su autonomía.
- Comprende la rebeldía como algo natural, no lo tomes como algo personal.
- Actúa como ejemplo para ellos.
Recuerden, los adolescentes siempre nos necesitan aunque no lo acepten, por ello no debemos darnos por vencidos cuando sospechemos que pueden estar realizando conductas de riesgo.