Tras varios meses de vacaciones, a nuestros hijos les toca volver a clases. En ese proceso, es normal que la vuelta a la rutina no siempre sea un proceso fácil; tanto es así que a esta dificultad se le ha llegado a poner un nombre: el síndrome postvacacional.
Dentro de las particularidades de cada niño y su familia (hay quienes han tenido que echar mano de campus de verano, hay quienes lo han hecho de los abuelos, mientras que hay quienes han podido estar todo el verano con sus hijos; algunos han viajado y otros no; hay personas a las que les gusta tener las vacaciones organizadas y planificadas hasta el último detalle y las hay que prefieren improvisar y dejarse llevar; los hay que durante el año ya disfrutan de momentos de relax y de estar en familia, mientras que para otros, esos momentos se reducen a los periodos de vacaciones…) existen elementos comunes que podemos tener en cuenta y a los que nos podemos anticipar para facilitar la readaptación de nuestros hijos al curso escolar.
¿Qué reacciones podemos esperar de nuestros hijos en este proceso? En este proceso de “vuelta a la rutina” y de “duelo por el fin de las vacaciones”, algunos niños se pueden mostrar cansados, apáticos, irritables, ansiosos o enfadados. El tener que volver a madrugar, por ejemplo, no todos los niños lo llevan bien; los horarios estrictos, las demandas y exigencias académicas, las prisas y la necesidad de volver a instalar una estructura y rutina en el día a día, pueden suponer una sobrecarga y un estrés si no los ayudamos a preparase bien.
En este sentido, algo que podemos hacer es tratar de anticipar en todo lo posible el momento de la vuelta al cole. Para ello es importante involucrar a los niños en la compra de sus materiales y uniformes, así como en las conversaciones respecto a la información que tengamos sobre el nuevo curso (cambios de profesores o de clases, cambios en las instalaciones del centro, medidas especiales etc.). Por otra parte, y con respecto al sueño y a los horarios, es importante irlos preparando para levantarse temprano adelantando poco a poco, por ejemplo, la hora de irse a la cama.
A los niños cuyas familias, como decíamos arriba, no realizan actividades juntos o no disfrutan de momentos de relax y desconexión durante todo el curso, reservando estos momentos para las vacaciones, les puede costar algo más la adaptación a la rutina, ya que el “duelo” por lo que ha pasado (y no volverá hasta las siguientes vacaciones) es mucho más duro. Algunos padres sienten que pasan de ser compañeros de viaje y juegos durante las vacaciones a profesores particulares y sargentos durante el periodo escolar. Es por ello que, para hacer esta transición menos difícil, se recomienda mantener y trasladar algunas de las actividades o hábitos realizados durante el periodo de descanso a la época de cole (realizar alguna de las comidas del día todos juntos, tomarse ratitos para mimos, planificar momentos de juegos en familia, salidas al campo o playa los fines de semana…)
Otro aspecto importante es cómo hablamos los adultos: los niños adoptan nuestro modo de pensar y de ver las cosas, de manera que, si escuchan mensajes negativos respecto a su colegio o a la vuelta al mismo, su actitud y disposición a ello obviamente no va a ser positiva y va a vivir este proceso con mucha más dificultad. Tratemos de darle mensajes positivos e “ilusionantes”, de manera que pueda alegrarse por todo lo nuevo y emocionante que va a vivir. En este mismo sentido, ayudémosle dándole pautas y consejos con respecto a situaciones difíciles que sepamos que se le pueden plantear (hacer amigos nuevos si ha cambiado de cole o de clase, pedir ayuda al profesorado en caso necesario, manejar la frustración en caso de que sucedan cosas impredecibles o que les cueste afrontar etc.). Acompañémoslo y reforcemos el manejo de sus emociones; normalizando, facilitando y aceptando la expresión de las mismas. Para ello, buscar el apoyo y colaboración de los profesores es fundamental. A partir de ahora, los niños y niñas van a pasar gran parte de su tiempo supervisados, cuidados y acompañados por sus maestros (a veces más que con nosotros), y no sólo en el plano académico y de rendimiento, sino también a nivel emocional y conductual. Esto les da un conocimiento de nuestros hijos en un ámbito que a nosotros se nos escapa, por lo que es importante pedirles su opinión y su ayuda en la gestión emocional y conductual de nuestros hijos, especialmente en esta fase de vuelta al cole. Una buena colaboración familia-escuela es una condición indispensable para que un niño supere este tipo de dificultades y se desarrolle sano y feliz.
Una vez iniciado el curso, planifiquemos bien las recogidas y llevadas al cole para acompañar y supervisar que el proceso se da con normalidad y que nuestro/a hijo/a lo está disfrutando y viviendo sin ansiedad o angustia. Para ello preguntémosle a diario cómo se va sintiendo.
Lo normal es que tras un par de semanas los niños se hayan readaptado a la rutina escolar. En caso de que esto no ocurra, de que el niño esté sufriendo y este proceso se prolongue en el tiempo; tal vez sea necesario consultar a un especialista para entender qué le puede estar pasando y cómo ayudarle a superarlo.