Últimamente he escuchado a varias personas de mi entorno decir que, con su terapeuta les iba bien, pero que habían dejado de acudir a las sesiones porque ya les parecía más que hablaban con un amigo que con un psicólogo. Tampoco me es raro escuchar a alguien comentar que no necesita hacer terapia porque con sus amigos ya van servidos.
Este comentario me resulta muy interesante, y me lleva a reflexionar acerca de las diferencias que se dan entre estos dos tipos de vinculación: la de amistad y la terapéutica. Y es que, ¿qué busco en un terapeuta que no obtengo en un amigo o amiga, y viceversa?
Personalmente, creo que podríamos encontrar aspectos comunes en ambas relaciones… Sin embargo, hay algunas diferencias que hacen que, para mí, valga la pena reservar una parte de mi sueldo para invertirla en la terapia. Estas son:
- Con mi terapeuta tengo el objetivo consciente de conocerme más. Esto hace que me predisponga a mostrarme de una forma más auténtica, a expresarme y explorarme con más honestidad.
- Con mi terapeuta puedo manejar el miedo al rechazo de otra manera, ya que no siento que esté en peligro el vínculo que nos une si la defraudo… aún así el miedo a defraudarla aparece, pero a veces me atrevo a enfrentarlo… y es lindo tratarme con ese respeto.
- Con mi terapeuta puedo aprender a no hacerme cargo de lo que ella siente conmigo, y tengo la oportunidad de aprender a relacionarme con otra adulta con la que contacto de una forma profunda, y a la vez mantenemos nuestra individualidad.
- Con mi terapeuta me atrevo a explorar zonas, vivencias y aspectos de mi persona que no suelo hacer presentes en las relaciones de amistad diaria, con lo que me ayuda a crecer y ampliar mi repertorio de habilidades.
- Con mi terapeuta lloro, me río, me enfado… sin sentir que tengo que limitarme porque puedo estar incomodándola y sin miedo a qué estará pensando, porque sé que si está pensando algo importante lo va a expresar con honestidad y respeto.
- Con mi terapeuta entiendo mejor mis tendencias, mis reacciones, mis miedos, mis emociones… me ayuda a no juzgarlas ni justificarlas, me ayuda a darme sentido con todo lo que me pasa, y a ver cómo puedo hacer de eso lo mejor en el momento actual.
- Con mi terapeuta me doy un espacio en el que me permito poner el foco en mí, sin distracciones, sin culpa por estar ocupando demasiado tiempo del otro.
- Con mi terapeuta me permito dejarme sostener, pasar de ser cuidadora a ser cuidada, enseñar mi debilidad y vulnerabilidad en un espacio seguro en el que la otra persona está disponible para mí, para enseñarme a volcar un poco de mi capacidad de cuidado en mí.
Me encantan mis amigos y amigas… ellos me dan muchísimas cosas y son parte de quien soy… no quiero que se conviertan en mis terapeutas, porque entonces me quedaría huérfana de amigos. No quiero que mi terapeuta se convierta en mi amiga, porque entonces me faltaría su figura. Son figuras diferentes, y no quiero renunciar al placer y el lujo de tener ambos tipos de vinculación.
Gracias a mi terapeuta, si me está leyendo, porque todo lo que me da. Gracias a mis amigos y amigas, por compartir la vida conmigo. Si puedo elegir, elijo vivir las dos experiencias.