Reflexiones sobre mi procrastinación

Hace ya unos meses me comprometí a escribir un artículo para este mes de Octubre: el tema libre, sin pautas que me limitara o me ordenaran cómo lo tendría que escribir. Es algo que hacemos los miembros de nuestro equipo cada tanto tiempo, como forma de enriquecer la web desde nuestros conocimientos y experiencias… así que asumí la tarea como algo natural… “es lo que me toca”, pensé… “ya lo haré”, también pensé

El cuatro de Septiembre fue la fecha en la que quedé hacer la entrega… varias veces aplacé el plazo, y finalmente hoy, 3 de octubre, es cuando mi parte procrastinadora me ha permitido, por fin, ponerme a realizarlo, no sin una sensación de fondo de estar dirigiéndome al matadero, aunque sepa (desde la consciencia) que la amenaza que percibo al elaborar este artículo es asumible para mí.

Aunque lo sepa da igual. Cada vez que me pongo a pensar en sentarme a escribir, múltiples voces suben su volumen para decirme que lo que se me ocurre (cualquier cosa) es una tontería, que no tengo nada importante que decir, que a quién voy a interesar, que vaya ridículo que voy a hacer… es como si de repente me viera delante del jurado de Got Talent y no me dejaran terminar mi show de lo malo que es. Y así es como, algo que tendría que haber hecho hace ya un mes, lo sigo atrasando y postergando porque, en el fondo, impera la creencia sobre mí misma de que no soy capaz de hacer algo en este sentido que valga la pena. Y mientras, sigo juzgándome, porque debería haberlo entregado ya, y temerosa por qué van a pensar de mí mis compañeros, que no he cumplido, y pensando que soy una gandula e irresponsable, lo que hace que me sienta cada vez más insegura y tenga menos recursos disponibles para hacer el dichoso artículo. Yo cada vez más enfadada conmigo porque me comprometí y no estoy cumpliendo, y cada vez sintiendo más presión por no estar haciendo lo que debería, por no estar a la altura; y cada vez más culpable porque están esperando por mí y yo no estoy siendo suficiente; y cada vez se me hace más bola…

Hasta que llega un soplo de aire y al respirar se me ocurre que, quizá, si cuento la experiencia que estoy viviendo, alguien pueda verse reconocido y empezar a mirar a su parte procrastinadora no como a un personaje perezoso e incompetente, sino que me está de alguna manera protegiendo, y que tiene sentido… y entonces pueda, como yo ahora, dejar por un momento de luchar contra ella y criticarla, y en vez de eso mirarla y tratar de entenderla, escuchar de qué me está cuidando, y a partir de ahí, como la adulta que soy, tomar las riendas y decisiones acerca de cómo quiero afrontar ese riesgo del que me está avisando.

Yo, como la adulta que soy hoy, decido mostrar esta experiencia y escribir sobre ella, porque me resulta interesante el proceso de darme cuenta de que todas mis partes (en este caso mi procrastinación) tienen un sentido, que no necesito seguir evitando exponerme si lo que voy a mostrar es valioso para mí, y que cuando pongo el foco en contar algo que reconozco interesante, en vez de exigirme encontrar algo para escribir que contente a todos los que van a leer este artículo (¡qué locura, chiquita pretensión!), mi procrastinación deja paso a la naturalidad y la aceptación, y entonces me deja escribir.

Esto es lo que, esta vez, me ha enseñado mi parte procrastinadora. Gracias a ella por tratar de protegerme y dejarme evolucionar cuando la trato con respeto…

Terminar diciendo que, finalmente, he escrito este artículo en 30 min… aunque le haya dedicado realmente más de 6 meses de pensamiento.

Quizá más adelante escriba algo más técnico sobre este tema que tan interesante me resulta… ahora lo sé.

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