DIALOGO INTERNO, AUTOCOMPASION Y BIENESTAR

Hace unas semanas hablaba con una amiga mientras íbamos de caminata. Ella decía que comía como una cochina, como una foca y, en diferentes momentos, usaba variados adjetivos en un tono descalificativo hacia su persona y no solo relacionados con la comida.  

Ella no tiene sobrepeso. Le pregunté cómo se sentía mientras comía todas esas cosas que denominaba “guarradas” y me decía que le gustaba, que disfrutaba. Le propuse lo siguiente: ¿Qué te parece si en vez de decir que comes como una cochina dices que comes como una disfrutona? ¿Qué tal si en vez de criticarte te dices “soy una disfrutona”? Ella sonrió y aceptó hacerlo, aunque me advertía que no sabía si se iba a acordar. No obstante, en el resto del tiempo que pasamos juntas ese día lo recordó y utilizó de forma divertida el “disfrutona” cuando comenzaba a usar algún adjetivo para criticarse. Semanas después le pregunté cómo iba el experimento de hablarse de forma más amable y me contestó que sentía menos inseguridad y que, para su sorpresa, tenía un poco más de confianza.  Me dijo que lo largo de su vida había sido una persona bastante segura pero en los últimos años, por distintas experiencias que había vivido, se sentía bastante insegura.

¿Cómo algo tan sencillo y que aparentemente puede parecer superficial, puede tener un efecto positivo? Tal vez no sea algo tan superficial. La forma en la que nos hablamos, valoramos y juzgamos tiene un efecto en nuestro estado de ánimo, en nuestras relaciones, autoestima y en la   actitud para resolver problemas.

El diálogo interno hace referencia a la forma en la que nos pensamos y hablamos. Nuestros estados emocionales, creencias y actitudes afectan el tipo de lenguaje interno que utilizamos y, a su vez, el lenguaje interno que usamos afecta nuestros estados emocionales, actitudes y creencias.

En este diálogo no solemos hablarnos de forma muy amable, usamos un tono exigente, siendo muy duros hacia nosotros mismos, especialmente cuando hemos vivido un problema o situación difícil. Altos niveles de autocrítica se han relacionado con mayores niveles de ansiedad, depresión e insatisfacción vital. La autocrítica excesiva suele relacionarse con la autoexigencia y con la hipersensibilidad a las críticas ajenas, sean estas reales o imaginarias.

La neurociencia ha investigado cómo afecta al cerebro el diálogo interno. Estudios que han utilizado pruebas de neuroimagen muestran que cuando la persona transforma su diálogo interno crítico en uno más amable, se activan redes en el cerebro que favorecen la sensación de bienestar, afecta de forma positiva en el sistema inmune, a nivel endocrino, en la ansiedad, a nivel atencional y en la memoria y  viceversa.

En relación al aprendizaje, los estudios muestran que, cuando la persona se observa a sí misma con amabilidad, mejoran los procesos de aprendizaje neuronal y que el observarse con dureza le dificulta al cerebro aprender.

Nuestro diálogo interno afecta a nuestro bienestar, tanto físico como mental,  y es capaz de cambiar la estructura del cerebro. Menciona Nazareth Castellanos que se ha podido comprobar, a través de la neuroimagen, que la actitud cambia la anatomía y función del cerebro. Esta información es esperanzadora ya que, la actitud y el diálogo interno no son algo genéticamente establecido, no nacemos con una propensión para tratarnos mal. Podemos tomar conciencia y cambiar las palabras y mensajes críticos, duros y descalificativos: “soy un desastre”, “no sirvo para esto”, ”sólo digo tonterías”, “qué torpe soy siempre meto la pata”... por un lenguaje  más amable, respetuoso y donde nos reconozcamos de forma positiva aceptando nuestros errores.

La autocompasión se ha mostrado una herramienta poderosa para conseguir bienestar emocional y satisfacción personal. Kristin Neff, señala que la autocompasión implica ser cálidos y comprensivos con nosotros mismos cuando estamos sufriendo, cuando sentimos que hemos fallado o cuando nos sentimos incompetentes, en vez de criticarnos . Esta autora considera que la autocompasión  está formada por tres componentes principales que interactúan entre sí:

La autoamabilidad que implica considerarse a uno mismo de forma positiva, amable y comprensiva, consolándonos de forma activa, como haríamos con un buen amigo que tiene dificultades, como alternativa a la autocrítica y el juicio.

El sentimiento de humanidad compartida que implica darnos cuenta que nuestras vidas están interconectadas, que todas las personas cometemos errores y,  que el dolor y el sufrimiento, forman parte de la experiencia humana, como alternativa al sentimiento de aislamiento.

La atención plena, la visión clara y la aceptación sin críticas del momento presente, como alternativa a la sobreidentificación con los propios pensamientos y emociones.

Según Nerff, cuando tengas que enfrentarte a emociones difíciles, o sientas dolor, tienes tres líneas de acción: 1. puedes ser amable y cariñoso contigo mismo, 2. puedes recordarte que el dolor forma parte de la experiencia humana compartida y 3. puedes prestar toda tu atención consciente a tus pensamientos y tus emociones.

La autocompasión es algo que se cultiva, que podemos hacer crecer en nosotros. No se trata de ser autocomplacientes, se trata de tener una mirada y un trato amable, responsable y respetuoso hacia nosotros. Los estudios muestran que la autocompasión favorece la salud física y mental ya que,al fomentar la autoaceptación, elimina las emociones contraproducentes que aparecen con la autocrítica disfuncional.

Volviendo al inicio del texto, te propongo revisar cómo es tu diálogo interno, qué palabras y mensajes usas al hablarte en el día a día, o ante situaciones tensas, o cuando surgen complicaciones. Si es un lenguaje crítico, duro, poco amable, prueba a cambiarlo por otro más amable, respetuoso y que sintonice con lo que necesitas, como si le hablases a alguien a quien quieres. Aunque inicialmente te cueste creértelo, “simplemente” date la oportunidad de  enviar un mensaje diferente a tu cerebro y, observa qué te sucede, al hacerlo de forma reiterada y consciente.

“No nos afecta lo que nos sucede, si no lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede” Epicteto.

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